martes, 27 de abril de 2010

Microrrelatos 100 palabras; Imbéciles

¡Imbéciles!, sonreía mientras la puerta se cerraba, y otro cliente creía haberse hecho las américas. Cierto que ni el dependiente sabía para que servía aquel cachibache, tampoco como acababa siempre envuelto de las formas mas variopintas; con único destino: contenedores de basura. Por su parte el objeto conservaba claro respeto del público.
El adorno acaparaba los mas diversos adjetivos, inicialmente admirables, a los pocos dias parecía volverse indiferente mimetizandose entre cualquier ambiente.
Finalmente las voces hacia él tornabanse peyorátivas hasta llegar ese advervio: ¡Fuera!

jueves, 8 de abril de 2010

- ¡¡A rastro!!


Aquella noche no lograba pegar ojo, al igual que tantas veces,  el tren de los sueños me rescataba de los estragos que producen al ánimo el estado de vigilia.  La ensoñación, que no perdona ni a vivos ni a muertos, se cebó con la maquina que arrastra la carga de lo que algún día fue un niño y hoy no encuentra una clara definición.

El tren que parece ser una simbiosis de los dos estados, sufrió una avería en la ciudad donde amanecí. Vagando por las calles de aquesta ciudad que como todas las urbes, cuentan con tantos elementos comunes, me resultaba más familiar de lo habitual.  Divagaba  guiado con gran sentido de seguridad y orientación. Doblando un par de de callejas di con las narices en un típico mercadillo provincial, flores que retoman vida luego de un aletargado lustroso, asoladas por grandes superficies y macromercados.

Llamó sobre mi la atención una muñeca de porcelana antigua, cautivándome al modo que hacen ciertas plantas  a insectos, con intenciones gastronómicas. Me acerqué a ella como hubiese ido a un precipicio vendado de ojos convencido que al siguiente paso cruzaría las puertas del paraíso.
Aquellos luceros encandilaban de puro bellos. Al tiempo,  una cicatriz bajo su mejilla, denotaba un angustioso pasado. El hecho de haber sido maltratada y forjarse en parapeto de sus retoños unido a su instinto maternal, frente a un ser cruel,  habían convertido aquella huella en un negro agujero de dimensiones estelares.

La tomé en mis brazos,  soplando con la mayor delicadeza que me fue posible el polvo que posaba sobre sus párpados  y,  de pronto sus  ojos se abrieron emanando una luz fulgurante.
Su cabello se desenredó,  los brazos otrora atados con lazos invisibles asieron mi nuca, provocándome sensaciones jamás antes por mi soñadas.

El reloj biológico daba su campanada, caí profundamente dormido en medio de todo aquel ferial.
Cuando desperté,  ya de mañana, mi muñeca se había envuelto de nuevo en una extraña nebulosa semejante a una tela de araña.

De su enagua pendía una carta a modo de escapulario y en ella se retrataba a un sujeto venido del pasado. Era  la  reencarnación de un asesino medieval arropado con atuendos contemporáneos, seguramente, algún currito hoy envuelto en el paro-obrero, por causas de las actuales crisis sociales. Alguien a quien su instinto asesino devolvía a su salsa, mostraba en sus manos un fino cable de acero teñido de sangre.
De un tirón sesgó la cabeza de mi muñeca.
Sin embargo quiero creer que en su último hálito, se acordó de mi, regalándome con aquella sonrisa, un atisbo de esperanza.
Acabo de despertarme en la estación, supongo que alguien con sentimiento altruista me ha colocado sobre un banco, hace un día precioso de sol, sin embargo intento recordar el viaje... y apenas queda algo.
Hasta pronto, viajeros.